sábado, 12 de febrero de 2022

EL ARTE DE LA GUERRA V

 



EL ARTE DE LA GUERRA V




Sun Tzu y Jenofonte

   Si Homero inventa un héroe literario para personificar la prudencia en la lucha armada y en la lucha por la vida, Jenofonte encarna y describe esa misma prudencia en una odisea real, legada a la posteridad por su propia pluma. La Anábasis (Expedición de los Diez Mil), en efecto, nos cuenta la aventura de los Diez Mil griegos que combatieron a favor de Ciro el Joven para derrocar del trono persa a su hermano Artajerjes.




Artajerjes I de Persia

   En contra de lo previsto, muere Ciro en la batalla decisiva, cerca de Babilonia, y los mercenarios griegos quedan de la noche a la mañana aislados en medio de un inmenso territorio hostil, y se ven obligados a desandad cuatro mil Kilómetros y cruzar las vastas llanuras de Anatolia para volver a Grecia. Jenofonte estuvo al frente de esa extraordinaria peripecia, y la dejó por escrito con la amenidad y precisión del mejor reportero de guerra.


Jenofonte

Por la Anábasis desfila un sin fin de personajes y situaciones que ponen de manifiesto la verdad de muchas observaciones de Sun Tzu en El Arte de la Guerra. Quizá, por encima de todo, destacan los rasgos que el general chino atribuye a la autoridad militar: inteligencia, honradez, humanidad, valor y severidad. La autoridad es una exigencia natural de la sociedad, condición necesaria de su misma existencia, lo que la salva de la injusticia generalizada, de la ley del más fuerte y del caos. En la Anábasis y en El arte de guerra, la autoridad no se impone tanto por la fuerza como por el prestigio, y la sustancia de ese prestigio se elabora con los ingredientes citados.

  Sun Tzu aconseja al mando militar usar la calma contra la agitación, enfrentar el orden al desorden, y mostrarse tranquilo, reservado, justo y metódico. Jenofonte poseía esas cualidades. era un aristócrata culto en la Atenas de Sófocles y Eurípides, de Alcibíades y Tucídides. un soldado, un deportista y un amante de la vida en el campo, metódico en su trabajo y moderado en sus hábitos. Por su coraje ante la adversidad, por su resolución, su optimismo y su prudencia se le considera precursor de los estoicos. Estas cualidades se pueden ver en múltiples pasajes de la Anábasis.
Leamos sus propias palabras:

<<Los jinetes que abrían la vanguardia, en su avance por el interior del país, se encuentran con unos ancianos y los conducen hasta Jenofonte, que les pregunta si saben de la presencia de otro ejército griego en otra parte. Ellos contaron lo que había ocurrido y que ahora estaban sitiados en una colina, y que los tracios en bloque los tenían cercados. Entonces Jenofonte puso bajo fuerte vigilancia a estos hombres para que los guiaran, reunió a los soldados y dijo: "Soldados, una parte de los arcadios ha muerto y el resto es asediado en una colina. Pienso que si mueren tampoco habrá salvación para nosotros, siendo tan numerosos los enemigos y teniendo una moral tan alta. Por consiguiente, lo mejor para nosotros e socorrer a aquellos hombre cuanto antes, por si todavía están sanos y salvos" Dicho esto, abrió la marcha a la cabeza de las tropas. Envió a los hombres más ágiles de entre los soldados de infantería ligera hacia los flancos y las cimas, para que avisaran si venía algo. Les ordenó, además, que quemaran todo lo que encontraran combustible. los jinetes, dispersándose hasta donde tenían seguridad, también incendiaban. Los peltastas, avanzando en pa_


ralelo por las cimas, prendían fuego a todo lo que podía arder, y el resto del ejército hacía lo mismo, de manera que todo el país parecía quemarse y el ejército parecía mucho más grande>>

    Sun Tzu recomienda a la autoridad militar:

<< Mira por tus soldados como miras por un recién nacido. Así estarán dispuestos a seguirte hasta los valles más profundos. Cuida de tus soldados como cuidas de tus hijos, y morirán gustosamente contigo>>. Y Jenofonte nos cuenta que todos los nobles del séquito de Ciro, amigos que se sentaban a su mesa, murieron combatiendo junto a él. La razón de esa fidelidad está en estrecha relación con su categoría personal. Siendo sátrapa y estratego había demostrado que tenía mayor estima el mantener su palabra si firmaba una tregua, hacía un pacto o una promesa. por consiguiente, confiaban en él las ciudades que le eran encomendadas y también los hombres. Si alguno fue enemigo suyo, después de haber pactado tenía la seguridad de que nada sufriría contra lo pactado.

    También era evidente, escribe Jenofonte, que si alguien hacía algún bien o algún mal se esforzaba en pagarle con creces y con la misma moneda. Por ello, muchísimos deseaban confiarle sus bienes, sus ciudades y sus personas. Nadie pudo que permitiese el juego fuera de la ley. Con frecuencia se podían ver en los caminos más transitados hombres mutilados de pies, manos y ojos. De manera que en los dominios de Ciro tanto el griego como el bárbaro que no eran delincuentes podían circular sin miedo por donde quisiesen, llevando lo que fuera conveniente.


El hecho de que sus regalos superaran con mucho a los de sus nobles no tiene nada extraño, puesto que también era más rico y poderoso. Lo admirable es la misma solicitud de Ciro por sus amigos. Con frecuencia les enviaba jarros de vino medio llenos cuando lo recibía muy dulce, explicando que desde hacía mucho tiempo no había caído en sus manos un vino tan agradable como ese. <<Te lo envía Ciro y te pide que lo bebas hoy en compañía de los que más quieres.>> así mismo envía medias ocas, medios panes y otros comestibles, ordenando al que los llevaba que dijera: <<Esto le gustó a Ciro, y desea que tú también lo pruebes>>


WHITE FLAG

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