La mirada de un niño
nos ayuda a ser mejores
Mi "Benjamín"
Algunos de mis nietos y su mirada...
MIRADAS
Son las 9 de la mañana y en la residencia los ancianos viven días muy tristes. La pandemia ha golpeado fuerte y muchas camas ahora están vacias , Algunos ni siquiera se han enterado, qiuzás mejor. Otros se sienten más solos en su habitación.
"No hay ningún peligro cariño. Aquí tomamos todas las medidas de seguridad", le decía afectuosamente Ángel, el aviador, a su nieto por teléfono, tras relatarle una de sus primeras experiencias aéreas. Y es que los mayores de esta residencia son casi todos militares que, inevitablemente, cuentan sus heróicas andanzas por las Fuerzas Armadas de tiempos pasados en los que tenían más pelo y menos arrugas.
El desayuno ha terminado. La apasionante partida de petanca de los martes, hace tiempo que ya no se juega. En el equipo de Ángel juegan sus dos grandes amigos: Antonio, el legionario, y Paco, el marinero. Sin embargo, ellos no la echan en falta. Ahora tienen planes más interesantes.
- Lo tengo todo preparado. Me lo he probado esta mañana y me queda perfecto- dijo el legionario mirando a sus dos amigos.
- Estáis seguros de lo que vamos a hacer? -preguntó el marinero.
-¡De Estado Mayor tenías que ser! Deja de analizarlo todo y piensa con el corazón.
¿Quieres ver a tu nieto estas navidades o no? -preguntó Antonio de forma contundente.
Las miradas ausentes, vacías, frecuentes entre los ancianos, muchos de los cuales apenas se podían valer por sí mismos, eran el gran temor de Ángel. "Si queremos que nuestra mirada siga viva solo tenemos una opción: mantener la ilusión. Sin ilusión, aunque todavía podamos andar, andaremos sin camino", les había dicho en repetidas ocasiones a sus amigos el aviador. De hecho, él fue quien tuvo la idea original del plan al saber las duras condiciones del confinamiento.
Las navidades del coronavirus se acercaban y todos los detalles de la "misión" debían estar terminados. No quería dejar ningún cabo suelto, pero eso no era ningún problema ya que, en planificación, Paco siempre había sido muy bueno.
El legionario, por su parte,
era el único que tenía el “valor acreditado” y le gustaba recordarlo de
vez en cuando. “Nosotros tres representamos el valor de lo conjunto, como les gusta decir ahora a
vuestros amigos del Estado Mayor
que no tienen el valor acreditado”, les decía bromeando a sus amigos. Iniciativa, valor y planificación eran sus armas. Cada uno de ellos aportaba lo mejor de sí mismo.
"Desescalada no existe Carlitos, es un "palabro" de los periodistas. Ya te he dicho que en la tele se equivocan mucho. Con el tiempo deberás ser capáz de tener tu propio criterio. Pero, a lo que íbamos, ¿cual es tu Rey preferido?", interrogó Ángel a su pequeño nieto, de 8 años, con el que cada mañana hablaba antes de desayunar. Esta preferencia de su nieto era una información imprescindible, ya que cada uno debía elegir un Rey.
Lo habían hablado con sus respectivos nietos. El plan abuelos/nietos era secreto y perfecto. La mañana del día 5 de Enero, a las doce horas, mientras en el salón de actos de la residencia se proyectaba, como todos los años, la maravillosa película "Qué bello es vivir", ellos debían estar rodeados de niños. Inyectándose ilusión por los ojos. Para ellos podía ser como el primer beso, ese que siempre se da con la mirada, pero a lo bestia, ya que la mirada de un niño nos ayuda a ser mejores. Una sobrecarga de ilusión. "No planifiques para mañana lo que puedas hacer hoy. Sobre todo si no sabes si estarás", comentaba con frecuencia sonriendo el marinero.
Los nietos conseguirían que sus padres les llevaran a ver los Reyes Magos justo antes de la cabalgata, con la esperanza de que sus Majestades les entregaran el regalo prometido de sus abuelos y luego los niños les contarían a ellos como son los Reyes. Las estrictas medidas de seguridad impedían que los ancianos tuvieran contacto físico con algún familiar en la residencia o fuera de ella. Pero esta limitación no entraba en los planes de los militares
Paco, como buen militar de la Armada y de Estado Mayor, lo tenía todo previsto: la compra por Amazon de los regalos de los niños, el dinero para sobornar a los verdaderos falsos Reyes Magos durante horas, el taxi para el desplazamiento, la llave de la puerta trasera de la residencia, los trajes, las pelucas y barbas, el maquillaje para oscurecer la piel, el lugar donde cambiarse y, lo más importante, qué Rey Mago sería cada uno de ellos.
Ángel, el más moderno, tuvo la suerte de que precisamente el Rey que le tocó en suerte era Baltasar, el preferido de su nieto, al ser el que entregó el oro en el pesebre de Belén. Antonio se pidió a Melchor, ya que desde niño le había parecido el más chulo por llegar el primero. Gaspar, que significa "administrador del tesoro" en antiguo persa, fue para Paco, que siempre había administrado las acciones conjuntas de los amigos. La distribución era perfecta: Tres Reyes Magos para tres Ejérctos. El Ejército de Tierra con Melchor, la Armada con Gaspar y el Ejército del Aire con Baltasar. El riesgo de contagio quedaba en segundo plano, la misión siempre era prioritaria.
Afortunadamente, todo estaba previsto. Melchor el más experimentado en misiones peligrosas, sabría hacerles mantener la calma en todas las fases del operativo. Gaspar estaría siempre pendiente de que se ajustasen a los tiempos programados y de que la coordinación fuera correcta. Por otro lado, Baltasar insistiría para que en el momento clave, justo cuando tuvieran a sus respectivos nietos sobre su regazo real y les entregaran el regalo prometido, fueran muy meticulosos para no descubrirse.
Llegó el ansiado día y los nervios estaban muy presentes. Los gritos de los niños y la ilusión cargada de inocencia se agolpaban alrededor de los Reyes Magos. Las cartas repletas de sueños caían por los buzones reales. A lo largo de la cola para ver a sus Majestades, a pesar de la mascarilla, la barba postiza y el maquillaje, Baltasar ya distinguía el rostro de su nieto. Los otros abuelos también tenían a “tiro” a sus “peques”. Debían mantener la calma, no delatarse y recordar forzar el cambio del timbre de su voz.
–Usted es mi Rey preferido por ser negro y por entregar el oro en Belén-dijo de forma inocente el niño mientras recogía el regalo de su abuelo.
–¿Te gusta? –preguntó Baltasar.
–¡Mucho, es un gran regalo!, justo lo que necesito –respondió mientras terminaba de quitarleel embalaje.
El niño se levantó para irse y las piernas le temblaron de emoción a Baltasar. Repentinamente, regresó y le dio un abrazo mientras le susurraba al oído: “Gracias abuelo”. No estaba contemplado en sus planes, pero es que las miradas siempre hablan por sí mismas.
Miguel González Molina
Comandante del EA
https://veteranosdemalaga.es/images/REVISTAS/REVISTA_TMA/387_completa_baja.pdf
COMO LA CAÑA DEL SUR
Odio las palabras,
Amo las miradas
Porque las palabras son distancia,
Las miradas, la pasión.
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